Acá está William Omar Landrón Rivera con los mismos problemas que todo el mundo: el mutis global de los blackberrys y una gripe que le bajó un rato de su ritmo imparable (“tengo insomnio crónico y sólo duermo cuatro horas, que suele ser entre las 2 y las 6 de la mañana”).
No importa: dale Don Omar, dale con su postergado regreso a la Argentina (que pasó del Autódromo a Obras, por “cuestiones ambientales”). Montado a sus recientes hits, el puertorriqueño ha girado incansablemente. “Hace diez meses que me paso los fines de semana arriba de un escenario. Y aunque tengo muchos éxitos, gracias a Dios, no hay comparación con lo que hicieron Taboo y Danza Kuduro . Es lo más grande que me ha pasado en mi carrera”, dice por teléfono.
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